ARTÍCULO PUBLICADO EN EL ANUARIO 2006 DEL PRO MÚSICA DE ROSARIO. NOVIEMBRE DE 2006

PERCEPCION MUSICAL, CULTURA Y EDUCACION

por María del Carmen Aguilar

 

¿QUE ES LA MUSICA?

Una definición de mi viejo libro de teoría musical decía: “la música es el arte de combinar los sonidos según reglas establecidas”. En el contexto educativo autoritario en el que yo –y todos nosotros- hemos crecido, no parecía ilógica tal definición. Lo más importante eran las reglas: "no se salga de las reglas cuando tenga que combinar sonidos…" Después encontré otra que, en lugar de las reglas, mencionaba que dichos sonidos debían combinarse "de manera agradable al oído" sin especificar en qué consistía lo "agradable" o, en todo caso, quién estaba autorizado a definirlo.

Hay tantas definiciones de música como culturas y épocas hay. Es interesante estudiar cómo cambia esa definición a lo largo de la historia y a lo ancho del mundo: desde ancestral manera de comunicarse con las fuerzas de la naturaleza hasta medio privilegiado para alabar a la divinidad, desde arte reverenciado por la sociedad hasta sospechoso medio de vida de personajes considerados casi delincuentes, la música –y por ende, los músicos- tienen para cada cultura un significado particular.

Voviendo a las viejas definiciones, ambas están centradas en el sonido y sus combinaciones, y dejan de lado el aspecto más importante de la música: la articulación del tiempo. La música es un arte del tiempo. En el devenir del tiempo que transcurre coloca marcas que lo articulan y lo condensan, generando su propio espacio temporal, sugiriendo la ilusión de la suspensión del devenir, venciendo al tiempo irreversible.

Las marcas de que se sirve la música para articular el tiempo son los sonidos. Estos afectan directamente nuestra sensorialidad y nos brindan un primer nivel de experiencia musical. Sus vibraciones resuenan en nuestro cuerpo, se conectan con nuestra afectividad, evocan emociones y nos producen sobresalto, excitación, alivio, placidez.

Aunque prácticamente en todas las culturas se puede encontrar algún tipo de actividad musical, la música no es un lenguaje universal. Cada cultura ha organizado y codificado sistemas de selección de los sonidos -en sus alturas y timbres y en la manera de articularlos en el tiempo- generando muy diversos "lenguajes musicales”. Estos lenguajes mediatizan la comunicación entre el compositor y el oyente y generan un segundo nivel de apreciación de la música: ya no es sólo el impacto sensorial lo que percibimos, sino que se despliega ante nosotros todo un código de convenciones que aporta significación a lo que suena.

Cada oyente, por el hecho de estar sumergido en su propia cultura, maneja estos códigos intuitivamente. Cuanto más aprende a reconocer las sutilezas y posibilidades de estos códigos, más accede a nuevas fuentes de placer, transformándose en un receptor activo del mensaje musical y participando de un juego de complicidades con las propuestas ofrecidas por el emisor de ese mensaje.

Estudiar música es, básicamente aprender acerca de los lenguajes musicales. Para ello es necesario analizar las obras, es decir, las propuestas mediante las cuales los músicos buscaron sus propias maneras de articular el tiempo. A partir de este material de estudio se pueden deducir, por un lado, ciertas leyes o tendencias generales y por otro, las infinitas variantes que cada músico ha inventado, es decir, la interesante heterogeneidad, variedad de enfoque y ambigüedad propias de las creaciones de los seres humanos.

Analizar música es una tarea apasionante. Tiene relación con la pasión que puede despertar la observación de la naturaleza humana estudiando la psiquis de los individuos y sus comportamientos sociales.

Cada compositor ha dispuesto sus materiales en una síntesis propia. Cada intérprete ha encontrado un punto de equilibrio entre las infinitas posibilidades que le brinda la obra que ejecuta. Ponerse en contacto con esa síntesis y ese equilibrio implica conectarse con un punto de integración, con un estado en el que se trascienden los conocimientos y las técnicas y aparece otro plano de conciencia. Y así, el oyente, a través de la percepción del mensaje musical, puede conectarse con las profundidades de su propia conciencia.

EL COMPLEJO SONORO

En cuanto nos proponemos analizar música nos encontramos ante un fenómeno complejo: diversos tipos de sonidos se presentan en simultaneidad y sucesión, generando aglutinamientos y texturas y construyendo ritmos. Hemos establecido un primer contacto con ese hecho musical, un contacto sensible en el que nuestro ser se ha expuesto integralmente al fenómeno sonoro y ha sido afectado por él. Ahora será necesario explorar sus distintos componentes y observar cómo se relacionan entre sí, es decir, desmenuzar esa síntesis que hemos percibido y estudiar cómo está construida.

Esta tarea tiene dos aspectos: por una parte, la observación del fenómeno y su descripción mediante algún tipo de lenguaje técnico y por otra, la auto-observación, es decir, la toma de conciencia de las características de la propia percepción.

La mayor parte de los libros de teoría nos dicen "cómo es la música" (o "cómo debe ser", siguiendo la línea de la primera definición…) pero olvidan mencionar la contrapartida:"cómo la oímos". Cuando enfocamos este segundo aspecto, nos damos cuenta de que uno, como sujeto de la experiencia, aporta sus tendencias perceptivas a la comprensión del fenómeno. Así, la objetividad del proceso se torna relativa, hasta tal punto que, en ciertos casos, "oímos" algo que materialmente no suena y "no oímos" los datos que contradicen nuestras previsiones o nuestro modelo interno del objeto.

En los próximos párrafos enfocaremos los dos aspectos del análisis musical: por un lado, las preguntas que debemos hacernos para comprender cómo está construida la música, y por el otro, la consideración sobre las habilidades que ponemos en juego a la hora de analizarla.

QUÉ ANALIZAR

Una vez que se ha recibido el primer impacto producido por la música y se ha decidido analizarla, es interesante plantearse algunas preguntas. Las primeras buscan descubrir qué se ha intentado lograr con respecto a la estructuración del tiempo mediante sonidos:

            - En este estilo musical (o en este contexto cultural) ¿el músico se ha propuesto que el oyente sea conciente del proceso temporal que se despliega, o más bien pretende anular su percepción del tiempo?

           - ¿Se pretende que el oyente siga el desarrollo temporal de ciertos eventos sonoros, o que se concentre en una cantidad reducida de información reiterada?

La respuesta a estas preguntas da cuenta de la esencia de estilos musicales completamente diferentes, desde estilos discursivos, que se proponen articular el tiempo por medio de procesos temporales de conflicto / resolución -como la música de tradición europea, por ejemplo- hasta la música que ciertos teóricos africanos llaman "circular" o "cíclica", cuyo objetivo es generar un estado hipnótico repitiendo constantemente el mismo estímulo.

Una vez definido el contexto cultural al que pertenece el mensaje musical, lo tomaremos como marco para el análisis y pasaremos a preguntarnos sobre los detalles de la construcción de la música :

- ¿Se pretende comunicar ideas temáticas, es decir, estructuras melódicas o rítmicas específicas? ¿Esas ideas se articulan entre sí en algún tipo de sintaxis?¿Se somete a esas ideas a un proceso de elaboración o se las repite sin cambios?

Accedemos así  a una mejor comprensión de las diferentes maneras de estructurar el tiempo, es decir, a diversos tipos de construcción formal, desde la reiteración sin cambios de breves motivos rítmicos y melódicos hasta la gran complejidad en la elaboración de las ideas, propia de cierta música discursiva. En cada caso, comprendemos además cómo se construye la sintaxis (el fraseo) de la música y esto nos lleva a preguntarnos por la organización temporal específica de los sonidos, o sea, sobre el ritmo:

           - ¿Cómo está concebida la organización rítmica, es decir, la relación entre los momentos de aparición de los sonidos?¿Aparecen sonidos a intervalos regulares? ¿Hay algún tipo de proporcionalidad en los intervalos de tiempo? ¿El ritmo sigue la cadencia natural de las palabras?

El ritmo afecta directamente a nuestra respuesta corporal ante la música. Por eso, su análisis nos hace reflexionar sobre la particular experiencia física que experimentamos al oírla.

Luego, si la música incluye palabras nos preguntaremos:

           - ¿Cómo se relaciona la música con las palabras?
Se nos revela aquí la particular actitud que cada cultura y cada estilo musical tienen ante la relación jerárquica entre palabras y música: preeminencia de la palabra sobre la música (o viceversa), uso de palabras rituales, textos fijos o improvisados, recitado, canto, uso de palabras sin sentido, etc.

No sólo palabras y música pueden interactuar. Puede suceder también que detectemos en la música misma dos o más eventos que suenan al mismo tiempo. Entonces nos preguntaremos:

           - ¿Aparecen eventos simultáneos? ¿Cómo interactúan?

Accedemos así a la comprensión de las diversas texturas y su importancia en la definición, tanto del estilo musical, como de la pieza en sí: encontraremos melodías acompañadas por elementos de menor jerarquía, contrapunto polifónico entre voces o instrumentos o cualquier otra relación entre eventos musicales simultáneos.

Finalmente nos preguntaremos por la materialidad de los sonidos que percibimos:

           - ¿Qué timbres se han seleccionado?

Voces, instrumentos, sonidos naturales o electrónicos y sus infinitas combinaciones dan cuenta de los sonidos que cada cultura considera merecedores de ser extraidos del contexto cotidiano para adquirir un sentido artístico, ritual, religioso o de entretenimiento.

La respuesta a todas estas preguntas nos proporciona importantes datos sobre la música que estamos escuchando y también sobre la cultura a la que esa música pertenece. En la medida en que desarrollemos experiencia musical, podremos definir con más precisión los datos técnicos que describan la pieza, pero aún en los niveles iniciales, una escucha orientada de ese modo aportará datos riquísimos para desarrollar el oído y la comprensión de la música.

EL ESTUDIANTE Y LA CULTURA

La reflexión sobre el fenómeno musical que implican estas preguntas puede –y debería- llevarse a cabo en todos los niveles de la educación musical, desde la iniciación musical de niños o adultos hasta la formación profesional de intérpretes y docentes.

En todos los casos, es importante tener en cuenta que cada oyente, por estar inmerso en su cultura, ha desarrollado inconcientemente la habilidad de reconocer los patrones que organizan su música, es decir, trae una carga de información cultural que necesita reconocer e integrar a sus futuros estudios.

Cualquier estudiante de nuestro medio, por ejemplo, puede comprender la diferencia rítmica entre hablar "normalmente" y hacerlo a la manera del rap ypuede seguir con palmas o movimientos corporales la pulsación de la música que escucha. Puede reconocer dónde termina un trozo significativo de música, distinguir entre las estrofas y el estribillo de una canción o diferenciar una introducción de algo más temático. Puede recordar la melodía de una canción, sentir la sensación de reposo provocada por la llegada al centro tonal, distinguir la melodía del acompañamiento y reconocer el sonido de los instrumentos que conoce. Esto es todo lo que se necesita para encarar el análisis musical. Si este estudiante es correctamente guiado, comprenderá que eso que sabe lo ha aprendido de su cultura y que puede utilizarlo para acceder a una mejor comprensión tanto del fenómeno musical como de sus propios procesos perceptivos. Esta comprensión le permitirá luego acercarse a música de otros estilos y culturas y establecer comparaciones observando similitudes y diferencias.

PERCEPCION Y EDUCACION MUSICAL

Resumiendo las ideas expuestas, se ha planteado un doble punto de partida para el análisis musical: la conciencia de lo que culturalmente se sabe y un contacto real con la música. Desde el auto-conocimiento y la certeza de formar parte de una cultura, este contacto con el hecho musical estimula la necesidad del análisis, lleva a la reflexión sobre los propios procesos perceptivos, provoca discusiones enriquecedoras y permite comprender cada música en el amplio contexto de la producción sonora de la humanidad. Este doble enfoque del análisis puede hacerse extensivo al estudio de cualquier elemento técnico de la música: aprendido de este modo, el elemento técnico se comprenderá mejor, se aprehenderá como un dato necesario para la construcción del estilo y se practicará con placer y creatividad.

En mi experiencia docente he comprobado que este enfoque es crucial cuando se trabaja con grupos de alumnos. Es muy interesante observar la diversidad de reacciones que aparecen ante el mismo objeto de estudio, la cantidad de puntos de vista desde los cuales se puede realizar la observación... y también la tendencia a negar la validez de las observaciones de los demás y privilegiar la propia. Ejercitándose en esta tarea uno aprende a someter el propio juicio al examen de otros, a indagar en profundidad sobre los datos que se tuvieron en cuenta para formular ese juicio y a extraer de las observaciones de los otros los elementos significativos que amplíen y perfeccionen las propias observaciones o las pongan en cuestionamiento.

Al observarnos a nosotros mismos como sujetos en interacción con el objeto no sólo se aclaran mejor las características del objeto sino que aprendemos algo sobre nosotros mismos: nos damos cuenta de la cantidad de preconceptos que empleamos en nuestra apreciación de la llamada “realidad” y de lo precario y provisorio de nuestros juicios y conclusiones. Aprendemos también que estas conclusiones son siempre susceptibles de ser revisadas a la luz de nuevos conocimientos  -sobre el objeto o sobre nosotros mismos-  en un proceso que se amplía y crece en una interacción creativa y enriquecedora. Aprendemos, por otra parte, a registrar nuestras expectativas y a disfrutar tanto con la confirmación de las mismas como con los desvíos, las sorpresas, los acontecimientos inesperados. Este aprendizaje nos sensibiliza, abre nuestra percepción a las sutilezas y nos vuelve menos esquemáticos y más abiertos a aceptar y disfrutar la diversidad infinita de los matices que los seres humanos muestran en sus creaciones.